Lucas Barioulet: “Todo se multiplica por diez en el campo, empezando por las emociones”
Esta foto la tomé en abril de 2022, dos meses después de que comenzara la invasión rusa de Ucrania, en Borodyanka. Esta ciudad al norte de Kiev, ocupada por soldados rusos desde hace casi un mes, está destruida en un 90% y el ejército ha cometido abusos contra la población civil.
Cuando llego a Borodianka, me sorprende la desolación y el silencio que reina. Veo a una mujer caminando frente a las ruinas de un edificio, con sus lecciones en sus brazos. Me habla en ruso, entiendo algunas palabras: en estado de shock, busca su camino, perdida en su propia ciudad, devastada por los combates.
Hay que reconstruir todo. Pero, en el absurdo de la guerra, la vida continúa, esta realidad a la que ciertos civiles, que son las primeras víctimas de la guerra, se aferran lo mejor que pueden. Niños, personas mayores… Estas personas vulnerables siguen siendo difíciles y delicadas de fotografiar: a menudo hay que encontrar la distancia adecuada y pensar en lo que se muestra. Y a veces, saber no hacer imagen.
Trabajo en Borodyanka con Andreï, un joven reparador del este de Ucrania. Su papel es fundamental: me ayuda a desplazarme, a traducir, a crear contacto con la gente de allí. Se sabe de memoria ciertas regiones porque creció allí. Durante el viaje, desde Vinnytsia, una ciudad occidental que entonces se salvó de los combates, charlamos, bromeamos y escuchamos música. Pero cuando llegamos a los primeros pueblos destruidos, su rostro se cierra. Apagó la música.
Escuchamos en silencio los escalofriantes testimonios de los vecinos. Poco a poco ya no soy yo quien le pide que se detenga y hable con la gente. Va a los edificios y casas carbonizados y pregunta qué puede hacer para ayudarlos. Es su país, su gente y todo eso lo impacta de manera diferente a nosotros.
Esta es mi segunda visita a Ucrania. A mis 25 años, es la primera vez que cubro un conflicto de alta intensidad como este. Esto me lleva a pensar en nuestra profesión, nuestro compromiso. En el terreno de juego todo se intensifica, empezando por las emociones.
También se trata de una verdadera guerra de información que se desarrolla in situ entre ambos bandos. Incluso cuando la información se desvía, transforma e instrumentaliza, mostrar la realidad de la guerra se vuelve esencial.
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