«Estamos a punto de presenciar un giro de la historia», declaró hace un mes Benjamín Netanyahu, cuando le consultaron sobre un posible acuerdo de normalización de relaciones con Arabia Saudí. Desde la firma en 2020 de los Acuerdos Abraham con Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, el Estado judío ha normalizado relaciones con Marruecos y Sudán, pero el gran objetivo del primer ministro siempre ha sido Arabia Saudí, potencia energética y faro religioso del mundo árabe.
Este ‘giro de la historia’ también coincide con el treinta Aniversario de los Acuerdos de Oslo y enterraría por completo la política de boicot oficial a Israel que aplicaban los árabes como medida de presión hasta la creación de un Estado palestino.
A diferencia de lo ocurrido en 2020, en este caso la Autoridad Nacional Palestina (ANP) habría cambiado de estrategia a la hora de afrontar la paz entre saudíes e israelíes. Los palestinos acusaron entonces a EAU, Bahréin, Marruecos y Sudán de asestarles «una puñalada por la espalda». Ahora, según revelaron fuentes diplomáticas a ‘The New York Times’, estarían dispuestos a rebajar el tono a cambio de recibir más ayuda económica desde Riad y concesiones de tierras en Cisjordania por parte de Israel, punto que se antoja utópico teniendo en cuenta la composición del Gobierno judío.
A tres bandas
Donald Trump fue el primer impulsor de esta política de normalización y ofreció importantes contraprestaciones a los países árabes que aceptaron. Desde la Casa Blanca insisten de manera oficial en que «no esperamos ningún anuncio inminente ni avances en el próximo período», según el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, pero los movimientos diplomáticos son permanentes e incluyen a la parte palestina, algo que no sucedió con Trump.
Estados Unidos es el eje sobre el que pivota esta negociación a tres bandas que coincide con un momento clave en la región, ya que Riad acaba de recuperar sus relaciones con Irán, bastión del islam chií y gran enemigo de Israel. Tras comprobar el alto precio que están dispuestos a pagar los estadounidenses, que en el que caso de Marruecos reconocieron su soberanía sobre el Sáhara, los saudíes exigirían nuevos acuerdos para la compra de armas de última generación y apoyo para poner en marcha un programa nuclear con fines civiles. El acceso a la tecnología nuclear es uno de los puntos que más preocupa a Israel, que no confía del todo en el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman.
«No pondría la mano en el fuego por ninguna de las dos partes en este acuerdo. Queda claro que los líderes árabes dan la espalda a la causa palestina, hemos pasado del ofrecimiento de 2002 de la Liga Árabe para reconocer Israel en las fronteras 1967 a cambio de la paz, a no exigir Estado palestino alguno», opina el analista de política internacional Ezequiel Kopel. En su opinión, lo que consigue Estados Unidos es una «paz fría», ya que «es cierto que los dictadores de árabes pactan con Israel por motivos económicos y de seguridad, pero también lo es que sus pueblos no aceptan esta normalización».
Víctimas de Oslo
El posible acuerdo de Israel con Arabia Saudí se produce en el treinta aniversario de los Acuerdos de Oslo. El primer acuerdo firmado entre palestinos e israelíes desde el establecimiento del Estado judío en 1948 lo protagonizaron Isaac Rabin y Yaser Arafat y era en realidad una hoja de ruta que fijaba un plazo de cinco de años para pactar un marco definitivo que ayudara a resolver el conflicto. Esto nunca se ha producido.
«Es cierto que los dictadores árabes pactan con Israel, pero también que sus pueblos no lo aceptan», explica el analista Kopel
En estos años se ha disparado la ocupación israelí, un ultranacionalista judío asesinó a Rabin, estalló la Segunda Intifada, Arafat estuvo cercado en la Muqata de Ramala y falleció a los pocos años, los israelíes se retiraron de Gaza, Hamás ganó las elecciones palestinas y luego se hizo con el control de la Franja por la fuerza y los israelíes han realizado varias campañas militares en Gaza. La ANP se ha diluido y su autoridad apenas rebasa los muros del edificio presidencial de un debilitado Mahmud Abbas.
Oslo nació como un acuerdo transitorio, pero se ha perpetuado como el sistema que rige la vida de los palestinos en los territorios ocupados. No hay atisbos de una solución de dos Estados y el ultranacionalismo sionista, ahora en el Gobierno, apuesta por la anexión de los territorios bíblicos de Judea y Samaria.
Ninguna de las dos partes celebra un aniversario como el de Oslo, pero Israel comprueba que la ocupación avanza sin que esto suponga un problema para normalizar relaciones con países árabes. La entrada de la Autoridad Nacional Palestina en la negociación de un posible acuerdo con Riad «es un error estratégico», en palabras a ‘The New York Times’ del político opositor palestino Mustafa Barghouti, ya que «no van a conseguir nada […] cualquier nueva normalización sólo consolidará un sistema de apartheid y ocupación».