M6 – VIERNES 29 DE DICIEMBRE A LAS 21:10 – PELÍCULA
Los mejores éxitos se obtienen en macetas viejas. Desde hace varios años, Walt Disney Pictures recurre a su reserva de grandes clásicos para ofrecer versiones reelaboradas en acción real: La bella y la Bestia, El libro de la jungla, Cenicienta y pronto Aladino, El Rey León… El éxito suele estar ahí, estas nuevas producciones buscan dirigirse tanto al adulto nostálgico traumatizado por el primer Dumbo como al niño de hoy, nacido con la tecnología digital y cuya mirada se agudizó gracias al contacto con superproducciones saturadas de efectos especiales.
Este es el objetivo de El regreso de Mary Poppins, una película familiar que busca conciliar intentos de modernización y reconfortante retromanía. La versión de 1964, dirigida por Robert Stevenson, ya retrocedía hacia el pasado al adaptar la novela homónima de Pamela L. Travers (1934). Es a partir de las siete secuelas publicadas por el escritor hasta 1988 que el escenario de la El regreso de Mary Poppinsambientando su trama en el Londres de la era de la Gran Depresión.
Nos encontramos con Michael y Jane, los dos niños de la versión de 1964. El hermano y la hermana adultos, rodeados por los tres hijos de Michael, están al borde de la ruina y amenazados de desalojo. La pequeña familia se salvará con la reaparición de su antigua institutriz maga, que no ha envejecido ni un ápice. Emily Blunt reemplaza a Julie Andrews por la cursi Mary Poppins y desempolva brillantemente al personaje.
El sentimentalismo habitual
Por lo demás, la película está bañada en la habitual empalagosidad del entretenimiento familiar navideño. Pero la cuestión está en otra parte, en la orfebrería digital y el derroche de efectos especiales que atraviesan Mary Poppins y los tres niños como una serie de cuadros sucesivos. Los avances actuales dan forma a algunos momentos vertiginosos, incluida una secuencia en la que, después de romper un jarrón muy valioso, los niños y su enfermera se precipitan hacia la decoración de una pieza de porcelana para ir a reparar el objeto. La secuencia mezcla tomas en vivo y animación, siendo la dificultad hacer creíbles las interacciones entre personajes de silla y huesos y figuras animadas en 2D. El desafío se afronta brillantemente y nos muestra que la película pertenece menos a su director que a una armada de técnicos (diseñadores de vestuario, decoradores, equipo de efectos especiales).
Desde un punto de vista estrictamente formal, El regreso de Mary Poppins triunfar en el desafío de entrelazar nostalgia y modernidad. Pero, al querer impresionar, la película se olvida de dar sustancia a sus personajes y sustancia a su historia. Como ocurre con demasiada frecuencia en las superproducciones dirigidas a los niños, la palabra clave ya no es conmoverlos sino impresionarlos.
Película americana de Rob Marshall (UE, 2018, 131 min). Con Emily Blunt, Lin-Manuel Miranda, Ben Whishaw.